sábado, 8 de noviembre de 2008

ANSIEDAD

Aquella noche no pudo conciliar el sueño. Había estado a punto de hacer un daño irreparable. Había estado demasiado cerca. Jamás podría olvidar lo que le sucedió aquel día de primavera. Tan sólo encontraba consuelo en la posibilidad de aprender del error cometido. Un error que pudo cambiar su vida.
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Todo comenzó de repente. El local aún no se había llenado. Eran los últimos momentos de tranquilidad antes de la fiesta. La música no paraba de sonar, a ese volumen que termina dañando más la garganta que los propios oídos. Él se encontraba al fondo del local. Como siempre, de frente a la puerta. Dar la espalda a la puerta era un error que jamás se permitiría. Su situación privilegiada, le permitía estar prevenido ante cualquier llegada inesperada. Aquello lo aprendió de alguien que había dejado demasiados enemigos tras de sí a lo largo de su vida.
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Mientras bebía y comía departiendo con sus amigos, el local se fue llenando poco a poco. La fiesta ya se hacía notar. Pero su mirada siempre volvía rítmicamente hacia la puerta. Así fué cómo la vió por primera vez. Morena. Esbelta, más si cabe sobre aquellos tacones negros. Sus genes reclamaban orgullosos su origen mediterráneo. El pelo negro perfectamente recogido por detrás. Sus ojos negros perfilados como con khol rebosaban luz y misterio. Sus labios rojos, manjar de dioses. Su terno negro, rigusoso y elegante, tan sólo era roto por un clavel que emergía desafiante protegido por aquellos senos. Si alguna vez la tentación se hizo carne, acababa de entrar por aquella puerta.
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Cautivado por su mirada, las palabras de sus amigos se diluían como la nieve de otoño. La algarabía se hizo silencio en sus oídos. Aquel local se quedó vacío a sus ojos. Tan sólo estaba ella. Allí, emplazada, con la seguridad de saberse bella y poderosa. Él sintió como el sedal se recogía poco a poco. Tenía que acercarse. Su respiración se agitaba y el corazón ya se había desbocado, mientras sus piés recorrían el camino que le separaba de aquella mujer sin la más mínima vacilación. Jamás en su vida volvería a experimentar aquello. Hechizado por aquella mirada, en sus actos no había el más mínimo resquicio de duda, porque ya no era dueño de sus actos.
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Desde aquel momento perdió por completo la noción del tiempo y del espacio. Nada de lo que ocurría a su alrededor tenía importancia. Todo era prescindible si podía seguir mirándola. Un intercambio de miradas, sonrisas y palabras. Y como los cortes en las películas, la siguiente escena lo mostraba sentado a solas con ella. A su merced. Había caído en aquella tela de araña sin importarle cuan venenoso podía ser su aguijón.
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Nadie le había prevenido nunca sobre una situación así. Indefenso ante aquella creación, la ansiedad llenó todo su ser. Aquello no le podía estar pasando a él. Aquello, decían, tan sólo ocurría en las películas. Ya no habría palabras. El silencio tan sólo era roto por sus suspiros. Un baile frenético donde sólo mandaba ella, ofreciendo su cuello como fruta prohíbida, inicio de un camino tantas veces soñado. La sangre le quemaba en las venas. Ya no habría vuelta atrás. Estaba perdido. Tan sólo había una salida, llegar al final del camino. Pero no debe el sediento beber con ansiedad el agua en el desierto. Un grito le despertó de aquel sueño. La rabia, el asombro y el dolor se mezclaban en aquel rostro. Unas palabras que lo hundieron en una pesadilla, en un laberinto del que pudo no salir jamás. Unas palabras que para siempre retumbarían en sus oídos. Cómo podía él haber sabido aquello. De haberlo sabido jamás habría actuado así. Nunca había vista nada parecido. Quién coño habría inventado algo así. Por qué nadie le había hablado nunca de ello. Al parecer lo llamaban body. De haber sabido que no era una simple camiseta interior no habría insistido tirando hacia arriba con tanta fuerza. Desde aquella noche, odiaría con toda su alma los bodys con corchetes de extrema seguridad y a Nat King Cole.
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Ansiedad, de tenerte en mis brazos
Musicando,... palabras de amor
Ansiedad, de tener tus encantos
Y en la boca, volverte a besar
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Boomp3.com

10 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaja Si es que no puede ser, valiente cóctel se junta inexperiencia y las hormonas por las nubes...

¿Y ella que pensaría?

Ciao

nefer dijo...

je je, sorpresa, sorpresa.

1BESO.

Anónimo dijo...

joa joa sorpresa las que se han llevado por ahí

el aguaó dijo...

¿No te cansas de tu genialidad? Debe ser muy bonito superarse con cada entrada... ¿no?

De los mejores textos que te he leído... pero es que últimamente estás tocando una cima muy peligrosa. Ten cuidado, que de tanto superarte vas a partir el horizonte.

¡Qué grande eres Nefer!

Un puñado de besos.

nefer dijo...

AGUAÓ, con razón un amigo común te llama PROFE, es muy agradable aprender leyéndote, aunque a mí me suena mejor MAESTRO, pero no lo interpretes en el sentido Xerezano e la palabra.


1BESO.

Anónimo dijo...

Antes Van gol Ahora Van paquete de kikos.

Ciao

Anónimo dijo...

Tus relatos semanales van a buen ritmo...
Un abrazo profe.

nefer dijo...

Semana MÁS que propicia carbo, a ver si termina bien.

1BESO.

nefer dijo...

Ya sabes, aquí tengo menos posibilidades.

Por cierto, me alegró mucho tu última entrada, me alegre sentirte luminosa.

1BESO.

Trianeando dijo...

Yo, sin llegar a compartir la "nueva pol�tica" de mi Hermandad, creo que salida del pasado S�bado fue muy acertada.
Y discrepo con el que piense, que en ese d�a, ten�amos que haber actuado como en Madrug�.
Siendo yo, el primero que coge la bandera cuando los "puristas" dicen que los pasos andan pa�lante, que hacemos coreograf�as, que si llevamos muchas flores ...... po j� es lo que hay, y al que no le guste que se d� la vuelta, si puede.

Pero el s�bado era distinto,
el s�bado fu� pa �l,
pa darse er paseo que se di�
�l, por su barrio,
�l, sin prisas, despacio, recreandose al miarar a sus vecinos a la cara y observar como sus calles no han cambiado tanto como le cuenta er cirineo cada ma�ana de Viernes Santo,
mientras �l, intenta levantar la cruz por nosotros.
�l, lentamente nos envolvi� con su dulzura mientras se asomaba en Rodrigo de Triana a esos patios antiguos, corrales de vecinos, que a�oraba.
El s�bado me cruc� con Dios...... ibamos andando por Triana.

Besos.