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Esta es la historia de un Sevillanito que llaga el martes al curro, allá por el norte del norte de Andalucía, con más sueño que un h.p. amarrao a una farola - ¿que por qué un h.p. amarrao a una farola tiene sueño?, porque to er que pasa le dice "ahí h.p. a m..m..rl.." y no pué dormí-, con 240 km. en el lomo, después de haberse acostao a las 2 de la mañana y haberse levantao a las 5:30, con el paso del Carmen durmiendo ya en la iglesia por antonomasia de Sevilla, la fernandina de la Calle Feria.
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Con mu mala cara entra er muchacho en el curro, y allí donde se reúnen los compañeros entre hora y hora, siente especial atención hacia su humanidad. Tras otear el horizonte, el chaval comprueba que todos los allí presentes le miran sonriendo. El Sevillanito pensó, "coño sí que se alegra la peña de verme que no canijo", "qué raro, si el Sevilla al final no perdió con el Málaga". Y con este pensamiento aún recien salido del horno, alguien le comenta "has visto eso". Se refería a ésto

Y el Sevillanito, tras unos largos segundos observando el mapa, no porque lo estuviera saboreando, sino más bien para hacer esperar a la peña su ansiado terrón de azucar de la mañana, levanta la cara de la mesa y templando, con el toro enganchao de alante, con la bamba de la muleta empapá de alvero maestrante y terminando los muletazos en la cadera, cargando la suerte y rompiéndose la cintura, terminando la tanda con un trincherazo, dos ayudaos por bajo, y un kikiriki, responde: "Tiene grasia el mapa, lo que pasa es ..... que hay un error". La peña, embebía en la muleta, pregunta al unísono "¿cual?". A lo que el Sevillanito, adornándose con torería, concluye para irse con gallardía de la cara del toro "que los Sevillanos no odiamos, somos odiados por ser lo que somos y como somos".

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Tras hacerse ese silencio de las grandes citas, el Sevillanito, desmonterado, con el capote de paseo en la cadera y la cabeza gacha, abandonó el coso por la puerta de cuadrillas, con ese paso lento que nos enseñan los duendes.