COMO ÁNGELES DEL CIELO

La Bella Irlanda nos recibió amiga, con un cálido sol de verano, mostrándonos su lluvia tan sólo como regalo. Su gente amable, más mediterránea que muchos que presumen de mare nostrum. Sus ciudades coquetas y tranquilas, pero alegres. Su música siempre presente. Sus carreteras sin arcen regalando flores al conductor del viejo continente. Sus todas partes a dos horas de coche. Sus cervezas de mil caras. Sus camisetas del Celtic. Sus camisetas de aquel Liverpool que recien destrozara las ilusiones de muchos italianos en aquella inolvidable batalla de Estambul para mayor gloria de los que sabemos amar los sueños imposibles. Su Dublín. Su Limerick. Su Kilkenny. Su Galway. Su Cork. Su Aran. Sus Cliffs. Sus puestas de sol, buscando ese destino que salvara la vida a tantos irlandeses. Sus niños con sticks de hurling. Sus porterías de fútbol gaélico por todas partes. Su entendible inglés. Su curioso gaélico. Su comida, ....., bueno su comida. Sus Spar. Sus gasolineras de postpago. Sus iglesias. Su rugby. Sus ancestrales Celtic Cross. Sus puetas de colores. Su toffee. Y sus mujeres.

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Qué decir de las mujeres irlandesas. Pues que las niñas de "The Corrs" son una raya en el agua. Dos días en Dublín y ni una cintura. Sí, mucho teñimiento de moreno, que eso les mola tela, pero ni una cinturita. Sí, tacones y falda corta, para andar como John Wayne, "tes quie i ya". Había cuerpecitos que no se arreglaban ni con una bata rociera, y mira que son milagrosas, po ni eso. Cómo iba yo a imaginar que sería cierto aquello que había leído, haciendo lo que to er mundo hace en el avión, leer la guía de viaje que te presta el de al lado, porque los tiesos no compramos de eso, que pa eso está internet. "Cork ciudad famosa por la belleza de sus mujeres". Claro, uno piensa, allí son más guapas que en el resto de irlanda. No. En el resto de irlanda no hay cinturas, y allí tampoco. Sí, ojos claritos, pero sin cintura.
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Y se cumplió el dicho "Dios aprieta, pero no ahoga". Aquella mañana fue la mañana del cuarto día de viaje, para convertirse en la mañana del milagro. El sol se colaba entre los muros de aquella vieja abadía mientras el silencio de años de historia invadía nuestros corazones. De pronto, el silencio se rompió con un leve traqueteo. Aquel sonido. Parecían tacones. Pero, quién iba a subir hasta allí en tacones. Sí, eran tacones, pero no de esos tacones que suenan clock, no miarma no, sonaban click, lo que hacía presagiar que no eran tacones, eran taconazos. El eco de aquellas paredes no permitía localizar aquella música celestial. Hasta que escuché aquellas palabras dulces dulcísimas "Andiamo Francesca !!!!!". Y de pronto aquel sagrado lugar se llenó de ángeles. Un viaje de fin de curso de un instituto de secundaria. Italianas por doquier. El paraíso. Aquello se había convertido en el paraíso. ¿Que si tenían cinturita?. Y yo que sé. Yo na más que veía taconazos y grandes gafas de sol. Clase. Categoría. Porque se puede no tener cintura, pero ahí estaban ellas, derrochando glamour, destrozándose los pies con los tacones, pero andando con clase, para mayor gloria de la femeneidad. ¿La profesora?. La profesora ......., Dios mío de mi vida la profesora. ¿El profesor? Un tío mu feo con una tocha mu grande. Nos vemos.