miércoles, 27 de junio de 2007

GRACIAS A TODOS Y TODAS



Hace un mes me sentí defraudado.
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Hace un mes os critiqué porque no dísteis todo lo que teníais dentro.
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Rezaba porque el Getafe no marcara antes que nosotros porque no estaba seguro de como íbais a reaccionar.
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Pero cuando os ví. Cuando ví como llenábais lo que os permitieron, porque si os hubiésen dejado más, también lo habríais copado, ya no tuve dudas.
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En la calle todo me pareció normal, una fiesta. Llovían besos y abrazos. Pero cuando entré, cuando ví a familias enteras, a cuatro generaciones de SEVILLISTAS, supe que pasara lo que pasara, no fallaríais, porque lucharíais por algo más que una copa, lucharíais por vuestra gente.
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Entonces me levanté y me fuí a la retaguardia. Porque en ésta, en la última batalla no harían falta capitanes que os recordasen vuestro deber. Porque todo estaba en vuestras manos, en las mejores manos. Y descansé. Y viví mi partido en la intimidad, flanqueado por dos lugartenientes, amigos que me acompañaron en otras batallas.
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Jamás un estadio ha vivido mayor desembarco de una afición rival. Nunca olvidará nuestra gracia, nuestro amor, nuestros cánticos, nuestro tifo, nuestra fe, nuestro colorido, nuestra fidelidad, nuestra pasión, nuestra sintonía, nuestro himno, nuestra sevillanía, ..... Nunca nos olvidará, como nunca se olvida a un amor de verano. Seguirá amándonos en la clandestinidad y no podrá más que ser infiel a sus inquilinos de siempre.
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Y cuando dentro de un mes volvamos a vernos, nos buscará, y sin que su gente se entere, su corazón se vendrá con nosotros allá donde nos coloquen, seguramente en el cuarto anfiteatro de su fondo norte. Para saciar su amor imposible.
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Porque si pudiera, se vendría con nosotros a Nervión piedra a piedra.

miércoles, 13 de junio de 2007

SEVILLA, la políticamente correcta.



Érase una vez una ciudad. En esta ciudad había una calle, para algunos la mejor calle del mundo. En esa calle había una capilla y en la capilla una capillera.

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Esta mujer, que durante muchos años fué la guardiana de 4 joyas de la semana santa se llama Petra.

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Petra, como su propio nombre indica, era y gracias a Dios sigue siendo una mujer dura, ferrea y seria. Ella lo justificaba diciendo "hijo que quieres que haga si soy de Salamanca. Los castellanos somos muy serios".

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A los niños de la hermandad que radicaba en esa capilla los llamaba "mis niños".

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Y un buen día, hablando con uno de sus niños le dijo:

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- Llevo muchos años viviendo aquí en Sevilla. La gente me quiere y yo os quiero mucho, pero todavía hay algo a lo que no termino de acostumbrarme.

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- ¿A qué te refieres Petra? - le preguntó el niño.

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- Aquí en Sevilla una nunca termina de conocer a la gente. Cuando una cree que conoce a las personas, se da cuenta de que no son exáctamente como pensaba.

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- No te entiendo.

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Petra continuó explicando - hijo, es que aquí, en la capilla de una hermandad, una vive cosas que te hace pensar. Ves que la gente se critica entre sí y luego cuando se encuentran son capaces de darse un abrazo y tomarse cervecitas. Y yo hijo mío no entiendo esto. Así una nunca puede estar segura de que cuando no estes delante no te critiquen los mismos que te han besado un momento antes.

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Al niño sevillano esta actitud le sonaba mucho. Reconocía que en el mundo de las hermandades, una de las subculturas más importantes de Sevilla, los costaleros destripan al capataz y acto seguido le dan dos besos por miedo a perder su sitio; los miembros de junta de gobierno se critican mutuamente y seguían sentándose en la misma mesa; los hermanos mayores pregonan concordia y en privado catalogan y clasifican a los que llaman sus hermanos; en privado las hermandades se plantean estrategias para impedir que otra hermandad se incluya en su día, y públicamente pregonan que se puede llegar a un acuerdo; hay capataces que se dan abrazos y por detras intentan quitarse los pasos; hay capataces que gritan a los cuatro vientos que son amigos y en círculos privados se critican a morir; hay hermanos que critican a muerte la labor de una junta de gobierno y de pronto entran a formar parte de esa misma junta; gente que se desea suerte cuando lo que espera es el fracaso más absoluto; personajes que dan la enhorabuena por la organización de una coronación y en su foro interno no hacen más que criticarla; hermandades vecinas que se critican en privado y públicamente se habren las puertas; ......
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Este pensamiento le hizo recordar que en la otra subcultura más importante de la ciudad, la futbolística, la gente se comportaba de forma parecida, porque se desea suerte al rival, cuando lo que realmente desea es que pierda hasta en los entrenamientos; porque los dirigentes firman pactos de concordia para romperlo a las primeras de cambio con el estilo más barriobajero que se puede esperar; porque hay políticos que actúan como verdaderos forofos para luego negarlo; porque muchos presidentes son indignos de representarse a sí mismos; porque la gente desea recuperación cuando lo que realmente espera es la desaparición total; porque se dan enhorabuenas cargadas de falsedad; porque decimos que somos hermanos y vemos teatro donde hay agresión; porque nadie reconoce que es antinada y en cambio tenemos prohibido hablar de futbol en la mesa, en bodas, bautizos, comuniones, ..., pues lo más probable es que se termine a grito pelado.
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Entonces el niño, al comprender que las palabras de esa mujer estaban cargadas de sentido común comenzó a intentar disculpar a sus semejantes:
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- Mujer, lo que pasa es que en Sevilla, la gente no quiere caer mal. Aquí criticamos mucho en los bares, es verdad, pero preferimos no decirlo a la cara porque se puede terminar mal. A los sevillanos nos gusta sentirnos simpaticos, por eso no le ponemos mala cara a nadie, aunque en realidad puede que no nos caiga nada bien. Por eso muchas veces decimos lo que la gente quiere oir, cuando realmente pensamos otra cosa. Pero no te lo tomes a mal, que todo esto lo hacemos por el bien de la otra persona. Mujer, es que somos así, nos gusta agradar. Somos capaces de decir que las distintas Ferias y Semanas Santas son eso distintas ni mejor ni peor, cuando lo que realmente pensamos es que las nuestras son las mejores.
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Porque ya lo dijo Luis García Caviedes, al forastero le cuesta mucho trabajo integrarse en Sevilla. ¿Por qué?. Porque el sevillano de inicio te abre los brazos e intenta demostrarte lo bonita que es su ciudad y lo simpatico y buena gente que es él. Pero en un tiempo prudencial el forastero debe estar por completo integrado, comportándose como un Sevillano más, pues de lo contrario se convertirá en una carga para el anfitrión, quién casi sin avisar le dará de lado. Y esto para alguién que viene de fuera es muy dificil de detectar y entender.
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Y es que parece que los sevillanos confundimos "lo cortés no quita lo valiente" con "la franqueza no quita lo cortés".
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El que esté libre de pecado que tire con efecto y de pico la primera piedra.