Con las limitaciones impuestas por mi destierro a tierras cordobesas, destierro cada vez menos amargo, y es que a todo nos acabamos acostumbrando, cada vez escribo menos en este mediocre blog del rey de los mediocres del mundo, parafraseando al Salieri de Milos Forman. Tenía en mente escribir la última de la serie de pamplinas semanales, pero algo esta mañana ha cambiado en mi ánimo. Y es que cruzaba anoche el río lleno de ilusión y volvía a Sevilla repleto de dudas y de frío.
.
Muchos cofrades y no cofrades, Sevillanos o no, teníamos marcada en el calendario la fecha del viernes 14 de noviembre. El Señor volvía a su Casa. Motivo de gozo para su Hermandad. Motivo de gozo para casi todos, porque, como bien cuenta ese buen
Aguaó, por Santa Rosalía, a buen seguro, las sensaciones fueron encontradas. Motivo de gozo. Como así lo entendieron las Hermanas Carmelítas de Santa Ana, cuando, al paso del Señor por su Convento, en la esquina de Santa Ana con Santa Clara, repicaron a gloria con orgullo sus campanas.
.
Motivo de gozo. Por eso no entiendo cómo muchos miraban con extrañeza la torre del convento, cuando ese repicar de campanas rompía el silencio de los rezos. Por eso no entiendo por qué la solemnidad del traslado se tiene que confundir con caras de penitencia, en el cortejo y fuera de él. Por eso no entiendo por qué no vislumbré ni una cara alegre en todo la procesión. Por eso no entiendo por qué, en un día de gozo como el del viernes, se tienen que forzar todos los músculos de la cara para conseguir un rictus antinatural. Porque seguro, en la propia Madrugá, bajo el anonimato de ese bendito ruán, las caras son otras.
.
Así, esta mañana un pensamiento me ha llevado a otro. Y recordé el regreso de la Virgen del Valle a su Iglesia de la Anunciación tras ser coronada canónicamente. Y recordé ese cortejo, de seriedad extrema, con guantes de cabritilla negro, al más propio estilo Don Cicuta. Y recordé cómo la Virgen cruzaba el dintel de su casa entre las palmas de la media Sevilla que entendía aquel acontecimiento como glorioso y gozoso, mientras la otra media Sevilla, la Sevilla casposa, en posesión de la eterna verdad de ésto, siseaba con desprecio.
.
Y recordé a María Santísima de la Concepción del Silencio aquel 9 de mayo de 2004, en su salida extraordinaria para conmemorar el CL Aniversario de la Proclamación del Dogma Concepcionista, meciéndose por primera vez ante mis ojos a los sones, entre otras, de marchas como Corpus Christi, Virgen de las Aguas, Aniversario Macareno, Pasan los Campanilleros o Esperanza de Triana Coronada.
.
Y recordé a la Amargura en una levantá a pulso ante las Hermanitas de la Cruz, el 14 de noviembre de ese mísmo año, en el día de su salida extraordinaria por el L Aniversario de su Coronación Canónica, interpretándose el repertorio macareno, una marcha tras otra.
.
Y recordé a esa Sevilla casposa y almidoná, con su inaguantable olor a naftalina y su doble rasero. La Sevilla que se despacha a su gusto, según con qué Hermandad. La que considera una salida extraordinaria como jugar a los pasitos, según de qué Hermandad se trate. La que considera que las procesiones extraordinarias que se alargan hasta las tantas de la madrugá son inaceptables, claro, según quién lo haga. Si escucho algún calificativo negativo de lo sucedido ayer en Triana prometo reconocerlo. Pero si alguien los escucha en programas del corte de Pasion en Sevilla, agradecería que me lo hiciera saber, a Córdoba no llega la señal.
.
En fín, Sevilla miarma, si no te entiendo ni yo, cómo te van a entender los cofrades de distintos puntos España, que se acercan a Tí para ver las procesiones extraordinarias de tus hermandades. Cómo van a entenderte, si se encuentran Diós sabe qué, cuando ellos esperaban encontrarse algo qué creían aprendido y comprendido.
.
En fín, Sevilla miarma, así es como eres, para bien o para mal, políticamente correcta pero injusta hasta el hastío, capaz de prohibir a la Hermandad de las Siete Palabras que interprete en la Campana la marcha Campanilleros, para luego ponerte en pié y llorar cuando lo hace la Macarena. Pero claro, "es que La Macarena es La Macarena".