domingo, 28 de septiembre de 2008

SENTIMIENTO

Los aplausos llenaron la sala por muchos minutos. Miré a ambos lados. Era verdad. Esos aplausos, esos maravillosos aplausos, debían ser para mí, todos me miraban sonrientes, a la vez que los aplausos se tornaban eterna ovación.
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Mamá siempre fue especial. Se sabía bella, jacaranda de flores azules, mujer distinguida, apreciada, altiva y señorial. Palisandro codiciado en todas las cortes de Europa. Orgullosa de sus hijos, nacidos todos de su musical vientre, educados y cuidados como príncipes que algún día serían reyes.
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Educados y cuidados como príncipes, "algún día reinareis hijos míos" nos decía, pero siempre lo hacía mirando a mi hermano mayor. Perfecto en sus medidas, de cuerpo agil y grácil, brillante, capaz de enamorar con su voz, encerraba en su alma la armonía y el fuego del amor. Mi hermano mayor. Mi espejo.
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Cuentan en la corte, que el día de mi nacimiento, mi madre me sostuvo feliz en su regazo, al tiempo que daba gracias a Dios porque su hijo mayor, al que muchos llamaban "El Predilecto", tendría para siempre en mí al mejor de sus amigos, aquel que siempre a su lado, le ayudaría a ser grande. Siempre sería el hermano de mi hermano.
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Crecí rápido, y pronto descubrí que jamás sería como él, mi cuerpo desgarbado, mi semblante sombrío y mi voz grave, jamás serían apreciadas por aquellos "amantes" de la belleza que no saben donde empieza y donde termina ésta. Pero al menos podría estar junto a él. Cuidarle. Protegerle. Darle calor. Envolverle. Impedir que nadie osara mancillarle. Siempre su fiel escudero. Yo sería el árbol que le cobijara. Pero siempre a su sombra. Así sería mi vida junto a él. Él recibiría regalos, alagos y bendiciones. A mí me sobraría con el orgullo de ser su hermano. Él, el más elegante de todos, correspondería mi presencia con su luminosa sonrisa.
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Pero aquella noche cambió mi vida para siempre. La luna llena iluminaba la habitación en la que el humo de la velas recién apagadas jugueteaba con esa cadencia y ese olor tan especial y tan familiar. De pronto el silencio se vió acompañado con el inigualable timbre de su voz:
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- Hermano, ¿eres feliz?
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Cuál sería mi respuesta sino un sí claro, rotundo y seguro. Tenía la fortuna de tener al mejor de los hermanos.
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Entonces, se incorporó de la cama, se sentó junto a mí y volvió a preguntarme, esta vez mirándome a los ojos - Pero ¿eres completamente feliz?
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Su insistencia le daba un nuevo sentido a la pregunta. ¿A qué se querría referir con ella? ¿Habría hecho algo mal? Lo sabía, había cometido un error. Me senté a su lado sin que me diese tiempo a poder hablar.
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- Te he estado observando. Tus movimientos. Tus gestos. Tu voz. Cada vez te pareces más a mí. Y me he preguntado que tal vez .....
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- Por favor hermano, no te enfades. Jamás querría molestarte. Eres mi orgullo. Lo daría todo por ser como tú.
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- Ahí está el error, mi pequeño gran hermano. Eres importante como eres. No quieras ser como yo. Sé tu mismo. Pronto te presentarás en público como quien realmente eres, con todo tu explendor. Pronto podrás transmitir todo el sentimiento que llevas dentro. Te lo prometo.
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Qué quiso decir con aquello lo descubrí a la mañana siguiente. Cuando desperté él ya no estaba. Sobre el escritorio había una partitura. Nunca la había visto. La melodía era tan bella, que quedó en mi alma para siempre. Pero algo debía estar mal. Debía haber un error. ¿Concierto para Fagot, cuerdas y bajo continuo de Antonio Vivaldi?. Mi cuerpo temblaba tan sólo de pensar que aquello fuese cierto. Vivaldi. Antonio Vivaldi. Un concierto para Fagot. Yo, un joven Fagot solista. No podía ser.
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Su mano se posó sobre mi hombro, con aquel cariño de siempre. - Siempre has querido ser como yo. Siempre has querido ser un Oboe. Pero eres un Fagot. Eres maravilloso. Mi hermano. Hijos de la misma madre. Capaz de enseñar al mundo cómo suena el amor. Mañana el solista serás tú..
La sala expectante. Gente que conocía. Y ellos, ¿me conocerían a mí?. Yo, desde mi atalaya de solista, podía divisarlos a todos. El público. La orquesta, mis amigos, y mi hermanos, sonrientes, con miradas de cariño y respeto me decían "tranquilo, eres grande". Y entonces todo empezó. Sin preámbulos. Aquella inolvidable melodía se quedó flotando en el aire para la eternidad. La música fluía por todos y para todos. Partitura innecesaria. Mis ojos cerrados, me llevaban por aquel maravilloso sueño, en el que éste Fagot, el hermano de Oboe, vivirá para siempre.

viernes, 19 de septiembre de 2008

DAÑOS COLATERALES

Que lo que procedo a escribir no es políticamente correcto ya lo sé, yo tampoco lo soy.
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Que lo que ya he empezado a escribir no es demasiado romántico ya lo sé, yo tampoco lo soy, aunque mi amigo Cáceres asegura lo contrario, los poetas son así.
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Que una gasolinera en el centro histórico de una ciudad es algo peligroso, antiestético y poco moderno también lo sé.
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Que ya no repostaremos allí, ni nos podremos despedir de la Esperanza del Arco cuando salgamos para nuestras playas de Huelva, lo tengo asumido.
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Así el pasado Jueves, aliviando el siempre vacío depósito de mi coche de tieso, pude comprobar que llegué y no había nadie, que estuve y nadie llegó, y que me fuí pa mi calle Feria sin que nadie llegara. No pude evitarlo, paré el motor, y regresé para confirmar los efectos que estaba provocando el nuevo sentido de la ronda. Él, amáblemente, pero apesadumbrado, me sacó de cualquier duda, "se vende menos de la mitad y en la plantilla ya somos cuatro compañeros menos".
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En pos de la modernidad y la buena ordenación urbana, la ronda Histórica se está convirtiendo en un Circo; en un Tio Vivo; en un coñazo para los que queriendo ir a la izquierda nos empujan hacia la derecha, vaya contradicción verdad Sr. "Monteserrín"; en un sentido único que espero tenga algún sentido; en algo que nos exaspera cuando nos hace perder el tiempo; aunque, todo sea dicho, al menos cuatro familias, de momento, han salido ganando, un parado cada una.

lunes, 15 de septiembre de 2008

SI ES QUE NO PUÉ SÉ

Se va uno a Austria, se lleva uno cuatro días en Viena, flipando con esa peaso de ciudad monumental, que no veas los muchachos que no hacen na chico, to a lo grande, mogollón de palacios, peazos de jardines, mogollón de monumentos, y los museos ..... que no se yo que son más guapos si los edificios o lo que tienen dentro, la opera, el concerjau, ni un papé en el suelo, los perros con diarrea les cuesta dinero salí a la calle, la gente una jartá de enrollá, joé hasta pagan en el tranvía, cuatro días flipando, no veas que guapo tó, pero tiene cojones que me lleve la alegría más grande con esta cama que hay en el Schonbrunn.
Como que na más que la ví dije "Ohtia vaya palio guapo, que buen gusto tenías Maria Teresa miarma". Y es que uno se va pero no se acaba de ir, si es que no pué sé.

jueves, 11 de septiembre de 2008

RIQUEZA .......... "LINGÜISTICA"

Foto tomada en el Aeropuerto de Barcelona
Vaya tela el nombrecito del menú
con la guasa que tiene el personal.

domingo, 7 de septiembre de 2008

sábado, 6 de septiembre de 2008

NIÑA MUJER

En el mismísimo corazón de la vieja madre Tierra, protegida por los Cárpatos al Norte, columna vertebral del centro de Europa y el gran Danubio al Sur, su arteria de vida, la antigua Dacia mira al Mar Negro, salado y dulce a la vez.
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Dacia, tierra de gente fuerte y orgullosa, Decebalus, respetados por los romanos, en honor a su rey Diurppanneo, fuerte como diez. La que nuestro sevillano Trajano convirtió en romana como Híspalis. La dura y bella Dacia, corazón verde, de penetrante belleza, de murallas de montañas, Cárpatos, Carpatus, Carpats o Carpati; la de los mil castillos, la de las mil fortalezas, la de los mil monasterios; al norte y al oriente guarda el tesoro, joya de los Habsburgo, frontera del imperio; meseta de interminables prados, espejo de lagos y bosques sin fín; la regada por el Suceava y el Moldova; la mil veces envidiada, la heroica SUCEAVA, con sus mujeres de helado semblante y fuego en la mirada, las de fuerza racial y sonrisa de mirada esquiva. Suceava la de Bucovine, la que desde Zamca vió nacer a una morena de ojos verdes, guapa, tímida, tierna y ruda a la vez, como su sangre Dacia, una niña de la vieja Europa, una niña mujer, nuestra niña de Suceava que para siempre será Sevillana, la que queremos que siga sonriendo como siempre.

lunes, 1 de septiembre de 2008

DESPERTAR EN UN SUAÑO

Los príncipes visten de azul. Ésto nos han ensañado los cuentos, que visten de azul y que con un beso pueden acabar con cualquier sortilegio y devolver la belleza que nunca se debió perder. Ahora os voy a contar un cuento, de esos con final feliz, donde el príncipe es un ogro y donde el beso que nunca existió fue un gruñido que, lejos de deshacer un hechizo, sin saberlo originó el más bello sortilegio que se podía crear.
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Érase una vez una princesa de un reino pequeño y humilde, pero bellísimo y lleno de súbditos fieles y agradecidos.
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Todas las mañanas la joven princesa recogía su pelo con dos trenzas para visitar a sus súbditos, a todos y cada uno de sus súbditos, para dar y recibir regalos, para enseñarles y aprender de ellos. A veces recorría lejanos reinos y volvía con bellísimas historias que contar, con sus alforjas llenas de imágenes, música y poesía. Todo su pueblo la quería y se sentía orgulloso de su princesa, y ella, para no defraudarles, cada noche preparaba algo que mostrar a sus amigos la mañana siguiente, quienes curiosos no dejaban de visitarla para recibir sus regalos.
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Pero una mañana la Bruja Envidia envió a uno de sus ogros para acabar con la princesa. El Ogro no soportaba que una pequeña princesa de un pequeño reino fuese tan querida por su gente, y en cambio él, siendo tan "erudito", sólo tuviera la compañía de su señora Bruja, la Envidia. Así fue como el Ogro, empujado por la Bruja, ideó un malvado plan para acabar con el cariño hacia la princesa, sólo tendría que mancharla, sólo tendría que contar a sus súbditos que la princesa era una impostora, que les mentía cada mañana, que robaba los regalos que luego les ofrecía.
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La princesa, con el corazón roto, cayó en un llanto eterno y se encerró en el desván de su castillo sin dejar que su luz atravesara las pesadas cortinas. La princesa no lloraba por ella, sino por sus súbditos. Ella, empujada por la injusticia del Ogro, pensaba que los había defraudado y decidió nunca más volver a recibirlos ni a visitarlos, evitando así la vergüenza que sentiría al mirarlos a los ojos. La inocencia de la pequeña princesa había sido machacaba por la envidia de un Ogro que no pensaba dejar de humillarla, con la idea de mantenerla para siempre sumida en la tristeza de la injusticia.

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Pero el ogro no contaba con que aquel reino jamás permitiría que destrozara a su amiga, y desde todos los lugares acudieron súbditos al pié de la torre para aclamar a la princesa. La voz de sus amigos ahogaron el horripilante gruñido del ogro, quien tuvo que volver a la fría soledad de la Bruja Envídia.
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Pero su pueblo no consiguío que la princesa saliese de su crisálida. Por eso invadieron el castillo. Subieron en tropel por la escalera de caracol que conducía al final de la torre. Cuando derribaron la pesada puerta que llevaba al desván sólo encontraron un gran charco de agua salada. Nadie sabía que había ocurrido, pensaron que aquello debía ser un hechizo de la Bruja Envidia y tristes y enfurecidos volvieron a sus casas seguros de que jamás volverían a ver a la princesa.

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Lo que sus súbditos no sabían es que la princesa seguiría a su lado. La gran cantidad de lágrimas que brotaron de los ojos de la princesa fue llenando de agua el suelo del desván, el agua de sus lágrimas, agua salada, agua de mar. Así, un día, de aquel agua surgió una sirena para rescatar a la princesa. Le dijo que su padre el gran Neptuno había escuchado el llanto de la princesa y le había parecido tan bello como el llanto de un oboe. Por eso Neptuno quiso que la princesa sembrara de música todos sus mares. Pero la princesa tenía mideo. No se atrevía a sumergirse en aquel agua, moriría ahogada. Entonces la sirena le dijo "no temas, no te has dado cuenta, al llorar, tus lágrimas han ido cayendo sobre tus pequeños piés y éstos se han ido convirtiendo poco a poco en unas preciosas aletas. Ya eres una de las nuestras. Desde hoy mostrarás la música a todos tus súbditos".

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Así fué cómo un ogro sin saberlo convirtió a la pequeña princesa en una bella sirena que cada noche mientras sus súbditos duermen, les visita en sueños para dejarles pequeños y bellísimos regalos. Por eso desde entonces sus súbditos hablan de "despertar en un sueño", un sueño lleno de música y libertad.