martes, 16 de diciembre de 2008

WERTHERS ORIGINAL

Allí quedó aquel número de la Guardia Civil, cuadrado ante nadie, con su tricornio y su capa, con su fusil al hombro y su brazo marcando el saludo preceptivo a la altura del corazón, inmóvil bajo aquella lluvia torrencial que hacía honor a la fama de la Sierra gaditana de Grazalema.
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Todo había comenzado unos minutos antes, a altas horas de la noche, porque las 8 de la tarde ya era muy tarde en aquel otoño de la serranía. Demasiado tarde para conducir bajo esa tormenta por aquella carretera comarcal de los años 40, tortuosa y sin señalizar.
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"¿De dónde ha salido ese camión, a estas horas y con la que está cayendo?", comentó con suspicacia el cabo primero de la pareja de la Benemérita.
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El pequeño y torpe limpiaparabrisas de aquel camión, con sus bruscos movimientos apenas podía evacuar el agua que lo anegaba todo. El trayecto se hacía interminable. Torrentes de agua cubrían aquella serpiente huérfana de asfalto, convirtiéndo la conducción en puro equilibrio. Nada se veía con la tímida luz amarillenta de los faros. Un frenazo cortó súbitamente la distendida conversación que se desarrollaba en el interior de aquella fría cabina. Dos figuras fantasmales se habían cruzado en la carretera.
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"¿Qué pasa chaval?" preguntó el copiloto con la autoridad que le confería su rango.
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"No lo sé mi Teniente Coronel. Es la Guardia Civil, nos ha dado el alto".
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"Sí muy bien, pero que coño quieren. Lo que sea rápido que vamos tarde"- aseveró el superior.
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En aquel instante la luz de la linterna se coló por la ventanilla del conductor enfocando diréctamente ambos rostros.
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"Quita esa puta linterna. ¿Qué carajo quieres?"- gritó molesto el Teniente Coronel.
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Ver las 16 puntas repartidas entre aquellas impresionantes dos estrellas y escuchar aquel grito , todo en un segundo, fue demasiado para el cabo primero de la Guardia Civil. El saludo fue inmediato. Y la disculpa temerosa no tardó en llegar. - "A la orden de usía mi Teniente Coronel, es que ....., no sabíamos que usted, ......, usía ....." balbuceó entre el miedo que un Teniente Coronel podía provocar en la España de los 40.
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"Bueno, quiere usted algo o podemos seguir"- insistió el militar.
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"No, no mi Teniente Coronel, disculpe. A la orden de usía siempre mi Teniente Coronel." El taconazo de aquella pareja del por entonces militarizado cuerpo sonó con fuerza en la playa en que se había convertido la carretera.
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Los guardias civiles se miraron, suspirando por el alivio de verse librados de aquel embarazoso encuentro. Pero ¿por qué se vuelven a parar? pensaron asustados.
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Mientras tanto, en el camión, el copiloto le preguntaba al conductor "muchacho ¿y el "cardogallina" que te acabo de dar? ¿ya te lo has fumao?". Cardogallina, había alguna forma más buena de llamar a los cigarrillos más apreciados del momento.
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"No mi teniente coronel, es que con el susto y el frenazo se me ha caído. Está aquí abajo, ya lo cojo" - respondió el soldado con la confianza que aquella noche y sólo por aquella noche le otorgaría su señoría.
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"Qué vas a coger ni coger coño, toma otro. Será por cigarros"- concluyó el superior.
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No podía pasar desapercibido para el cabo primero de la pareja la escena que con sorpresa iba a presenciar. El Teniente Coronel enciende un mechero y le da fuego al conductor. Aquello era imposible. Que un soldado raso se atreviése a fumar delante de un suboficial era raro; que lo hiciese delande de un oficial, insólito; pero delante de un Teniente Coronel, era imposible. Y además el propio Teniente Coronel le estaba dando fuego. Aquello no podía ser otra cosa que una farsa. Allí estaba pasando algo. ¿Qué estaría detrás de todo aquello? pensó el guardia civil.
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Presuroso se dirigió de nuevo hacia la ventana del supuesto Teniente Coronel, al mismo tiempo que montaba el fusil dispuesto a llegar hasta el final. "Alto, tor mundo abajo ahora mismo, a ver que coño pasa aquí".
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Cuando el Teniente Coronel se vió encañonado por aquel número, en su propio bigote, el asombro se convirtió en miedo y el miedo en ira, todo en un instante, al tiempo que gritaba "Pero que haces desgraciao, quita eso de aquí. Me cago en .....".
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"A ver la documentación", insistió con autoridad el curtido guardia.
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En ese preciso instante, de la parte trasera del camión asoman la cabeza un comantante, un capitán y un teniente. "¿Pero que pasa otra vez con éste tío, coño?" pregunta el comandante. "O lo arresta usted o lo hago yo mi Teniente Coronel". Militares y guardias civiles, dos cuñas del mismo madero en la España de la postguerra.
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La mirada del Guardia Civil de menor rango se movía nerviosa entre el Teniente Coronel, el Comandante y su cabo primero. "Mi primero, que son los de las maniobras".
Justificar a ambos lados.
"Vámonos soldado" gritó el Comandante. Mientras el Teniente Coronel no le quitaba ojo al cabo primero de la Guardia Civil. "Sigue, que no vamos a llegar nunca a Jerez, y como el Teniente Coronel se pierda la fiesta flamenca vamos a volver por éstos dos y le vamos a meter un puro que no se van a olvidar de nosostos en su vía".
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Qué sucedió aquella noche en Jerez no puedo contarlo por desconocerlo, pero algo dentro de mí me hace pensar que fue memorable, porque el señor que me contó esta historia, al ser preguntado por ello, simplemente sonrió y miró con timidez a la mujer de su vida, como el abuelo del anuncio de Werthers Original.

5 comentarios:

el aguaó dijo...

Esa mirada, y el silencio que la acompaña, demuestran que el final de la historia es increíble.

Al igual que tu texto, que una vez más vuelve sorprenderme y, lo mejor, sacarme una sonrisa al final.

Un abrazo muy fuerte y un beso, por supuesto.

nefer dijo...

Gracias de este simple aprendiz de AGUAÓ.

1BESO.

Anónimo dijo...

Deberías regalar un wethers al salir de la entrada… original claro, como tiene que ser.

Un beso.

nefer dijo...

GLAUCA, Glauiquita. Para los que no la conocéis es especialista en regalos diarios. Pasad por su blog y tomad el que queráis.

1BESO.

Calleferia dijo...

¿Que qué sucedió en Jerez?

Bien lo sabes... la historia de siempre en Andalucía: forasteros de por ahí y señoritos de por aquí frente a palmeros y mujeres con más hambre que esperanza.

Un beso.