INOLVIDABLE

Tenía diez años la primera vez que la ví, una cara de piedra enorme colgaba de una grúa. Por más que miraba y miraba esa foto en el libro de Ciencias Sociales no conseguía entenderla. No importaba por qué página iba, mi deseo era recurrente, buscar aquella foto para volver a mirarla.

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Treinta años después estaba volando hacia ella, podría verla, tocarla, olerla, sentir aquella maravilla nacida de la misma roca.

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Alguien dijo "mira, ahí está, ya se ve", gracias a Dios era por mi lado. Ya sabeis la impotencia que se siente cuando el otro lado del avión está disfrutando entre exclamaciones mientras tu estás atado a tu asiento. Allí estaba, impresionante, dominándolo todo, esperándome después de tantos años.

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Era casi medio día cuando tomamos tierra y el calor fundía el asfalto, difícilmente se podía soportar, pero pronto llegaríamos para refrescarnos y descansar. Fué entonces cuando la noticia corrió como un reguero de pólvora "preparaos para salir después de almorzar". La adrenalina fluía, sería duro, con el sol en el zenit y tan al sur, el calor sería insoportable, pero eso nos aseguraba tenerlo para nosotros sólos, un privilegio del que muy pocos podían disfrutar.

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Perfectamente pertrechados y con toda el agua que podíamos llevar iniciamos la bajada por el sendero que bordeaba la Montaña Pura, el sol reflejado en la piedra blanca era cegador, la respiración se hacía a cada paso más pesada, pero yo no dejaba de mirar la pared de la montaña, buscando con ansia el borde del que saldría.

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De repente la montaña empezó a cambiar, el sendero se separaba del borde, se veía una explanada, ya no debía estar lejos, y de pronto, imponente, como había hecho durante miles de años, a mis ojos surgió del interior de la montaña con tada su majestuosidad, para seguir demostrando, en su frontera sur, la grandeza del país de las dos tierras.

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ABU SIMBEL

(Continuará)