GRACIAS, POR MI Y POR MIS COMPAÑEROS

Ya sabemos cómo es España y los españoles, la música clásica no es lo nuestro. Es una música con la que, o te quedas dormido o te vuelves loco. Lo nuestro es la música comercial. La música clásica, para qué vamos a pensar en la música clásica si realmente le interesa sólo a unos pocos. Sómos tan especiales que a los músicos de la calle les tratamos como a mendigos, cuando en el resto de Europa se les respeta como a artistas.

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La formación músical de la inmensa mayoría de los españoles se limita, con un poco de suerte, a una escala con una flauta de plástico comprada en una papelería, que en cuanto terminaba el curso mamá se encargaba de hacerla desaparecer para que no molestásemos con los pitidos. En mi caso no tuve ni esa suerte.

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Una vieja cinta de cassette, que daba vueltas y vueltas en el viejo magnetofón de mi padre fué mi primera novia. Según mi padre era Zarzuela, música española con una letra que se entendía. Pero en aquella cinta no había letra, sólo había música que si bien sonaba a española estaba mezclada, como un remix y tenía ritmo.

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Un día me enteré que al Señor que tuvo la idea de hacer esas mezclas le estaban despellejando vivo. Sí, los propios puristas a los que se les consideraba una minoría elitista eran los que le estaban crucificando, según ellos por destrozar la música clásica con motivos púramente comerciales.

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Pero para mí fue una verdadera bendición, me llevó de la mano a conocer la música clásica, primero con la Zarzuela, luego con sus Caprichos Italianos y Rusos, para luego dejarme andar sólo con mi Rondó Veneciano y su "Odissea Veneciana".

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Más tarde descubrí que no fué el primero en usar ese truquillo para convencer a la juventud de que podía ser divertido escuchar música clásica, mucho antes lo hizo un tal Osvaldo Nicolás Ferrara, WALDO DE LOS RÍOS.

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A todos ellos, GRACIAS.

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Pd.: Fernando, Araceli, Glauquita, a vosotros también.